miércoles, 12 de marzo de 2008

Hilo directo con Tabor Süden

Una pensaba que estaría a salvo de miradas indiscretas en esta guarida que comparte con otros delincuentes habituales, pero por algo Tabor Süden trabaja en el Departamento de Desaparecidos de Múnich. No es nadie el tío localizando a gente.

A continuación, te dejo el correo que acabo de recibir hace unos minutos (escrito de su puño y letra o como coño se diga esto cuando hablamos de ordenadores y teclados).

Un domingo, mi padre me dijo que me sentara. En la cocina. Me senté. Empezó a hablar. Y antes de que yo comprendiera de qué se trataba, ya había acabado. Seguramente, lo que dijo me sacudió tanto desde la primera palabra, que enseguida se hizo la oscuridad en mi cabeza y las frases rebotaban contra mis oídos como contra puertas cerradas. Me quedé mirándolo, todavía veo su cara, una cara con los ojos acuosos, y una boca que se abría y se cerraba y yo sentado delante de él y él hablándome desde arriba y desde entonces, siempre que recuerdo aquella escena, no oigo nada. Es como si pensase en una película muda, como si viese imágenes sin comentarios, aunque puedo distinguir claramente los movimientos de la boca.

Me dio un beso, con las lágrimas cayéndole por la cara. Como cuando murió mi madre. A continuación me fui a mi cuarto y me quedé allí. Como ya he dicho, tenía dieciséis años pero, a diferencia de mis amigos, todavía no tenía novia, no me atraían especialmente las fiestas y no me gustaba hablar. Tenía la impresión de que casi todo lo que decía era falso o era una tontería. Aquella tarde vinieron mi tío Wilhelm y su mujer Elisabeth: Willi y Lisbeth. Y me explicaron que mi padre se había marchado. Entonces caí en la cuenta de lo que me había dicho en la cocina y corrí allí y la cocina estaba desierta. Sólo había una chaqueta de cuero colgada de una silla, su chaqueta de cuero. Y sobre la mesa había una carta, una hoja de papel en la que ponía: Querido Tabor». Ese era yo. Pero no cogí la carta. En lugar de ello me puse la chaqueta de cuero, que me venía grande y olía a la loción de afeitar de mi padre, era pesada, y enseguida me sentí seguro dentro de ella. Como protegido. Me di la vuelta y allí estaba Willi, ofreciéndome una botella de cerveza. Me la bebí, me guardé la carta en el bolsillo y salí de la casa. Lisbeth y Willi quisieron acompañarme, pero salí corriendo. En el bar que hacía las veces de punto de encuentro de los jóvenes del pueblo, me bebí otra cerveza y luego bajé al lago para leer la carta.

Sigue desaparecido. Al parecer tenía la intención de irse a América. Hasta ahora mis pesquisas no han dado ningún resultado. Y eso que los compañeros de allí siempre han estado dispuestos a ayudarme. Ya hemos dejado de buscarlo. No consta como desparecido.

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Agente Tabor Súden *
Departamento de desaparecidos de la Policía de Múnich

* Todo sobre el agente Tabor Súden en La promesa del ángel caído y El bebedor del tranvía (Plataforma editorial).

2 comentarios:

Merche Verdugo dijo...

Jo, Tana, tía, cómo mola. Tabor te escribe de su dedo y tecla. Y para ser de Múnich qué bien redacta en castellano.

Tana Marcchese dijo...

Ten en cuenta que a los alemanes les va un huevo lo de Mallorca, y algo se les pegará aparte del sol y la cerveza, digo yo.